23/07/2017

Los investigadores no esperaban hallar estas construcciones en un área que se empleaba para dar cobijo al ganado o resguardar al poblado en caso de amenaza.

Los trabajos de restauración del Castell Vell, impulsados por la Concejalía de Cultura, dirigida por Verònica Ruiz, siguen deparando hallazgos inesperados. El equipo de arquitectos y arqueólogos que desde principios de año trabaja en el desarrollo de la actual fase del Plan Director de este enclave tan ligado a la historia de Castellón ha encontrado restos de estancias en la albacara, una de las dos zonas principales del castillo en la que la lógica no indicaba que hubiera una zona de resguardo tan densificada de construcciones. Habitualmente, la albacara no era una zona de residencia permanente y sí, ocasionalmente, un lugar donde encontrar refugio frente a un peligro externo. La otra gran área, la alcazaba, es una zona más noble del conjunto, esta sí con una finalidad residencial y de dar refugio a las fuerzas encargadas de su defensa.

Al respecto, la edil de Cultura ha manifestado su alegría y orgullo de poder "estudiar y descubrir para la ciudadanía de Castellón la historia de nuestros orígenes". Los hallazgos arqueológicos "nos descubren mucho más de lo que teníamos estimado y esto nos hace que deseemos seguir con la investigación y seguir descubriendo todos los secretos que guardan los restos del Castell Vell", ha afirmado Ruiz, quien considera que "el pueblo de Castellón gana muchísimo con la recuperación de nuestra historia".

El equipo que dirige el arquitecto Jaume Prior ha localizado ahora el trozo que faltaba del recinto amurallado, compuesto por un tramo de muro enterrado a metro y medio de profundidad que se encuentra "en excelentes condiciones de conservación". "El hallazgo es de gran importancia porque los vestigios tienen un gran interés arqueológico", ha señalado Prior, quien indica que en su cara interna, la albacara, han descubierto estructuras adosadas con varios niveles de ocupación que se desconocían totalmente.

Pero no son estos los únicos progresos de magnitud, ya que la torre adosada al ermitorio ha ganado un par de metros de altura una vez se ha excavado a sus pies, liberándola de añadidos de nula calidad funcional o arqueológica. No obstante, cuando el enclave pueda ser visitado, lo que más llamará la atención será el aspecto de las paredes exteriores del castillo. "La gente tiene la idea de que se construía dejando las piedras al descubierto, que es como han llegado casi todos estos recintos a nuestros días. Pero lo cierto es que el método empleado para edificarlas, que se está respetando cuidadosamente, presuponía un acabado como de enlucido. El efecto del paso del tiempo y las condiciones meteorológicas las iban desnudando", ha explicado Jaume Prior, ilusionado, como todo su equipo, en poder contribuir a explicar el inicio de la historia de la ciudad desde esta modesta atalaya que domina la Plana.